7 de febrero de 2011

El sepulcro vacío

Cuando llegó al sepulcro no pudo encontrar nada, ni siquiera la razón que lo había llevado hasta allá. Vio las fauces de la muerte en blanca losa reluciente y su regio corazón se desplomó ante la certeza que unos hombres proclamaban en la arenosa gran ciudad.
Tal imagen de seguro habría ayudado a confirmar, ante el miedo de la gente, que si alguno se escapase de esa atroz condenación, debería ser por mucho, el más grande de los hombres.
Gabriel quiso tentar y probar su osadía aventurándose al interior de la morada de la parca. Encontró el lugar, frio, crudo, insoportable. ¿Esperaba acaso ver a un inerte carpintero? Lo primero que encontró fue un desierto recubierto por el vaho de la muerte.

Allí, aún se encuentran muchas almas atrapadas.
El que estando vivo entra a la tumba con la muerte
Y el que sale de la fosa está confiado en lo perenne
Lo primero que verán es sólo un cuarto a reventar
Un cuarto lleno de vacío…
Porque el “vivo” suele ir a donde hay condenación
Pero el “muerto” ya ascendió con justificado corazón.

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